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Ragendorfer; Ricardo

Ricardo Ragendorfer es un periodista muy creíble.
Especialista en temas que denotan la corrupción policial, después de alborotar el avispero con La Bonaerense, que develaba el lado oscuro de la policía de la provincia, el periodista Ricardo “Patán” Ragendorfer vuelve a la carga con La secta del gatillo, una crónica en clave de thriller, llena de acción, ajustes de cuentas, mejicaneadas, secuestros, que pone al desnudo la gran empresa delictiva en la que se ha convertido la fuerza de la ley.

“El miedo”, se preguntará en un rato Ragendorfer, como habiéndolo olvidado. “Querés que te cuente”, amenaza. “Estábamos hasta las manos con Carlos escribiendo sobre la ‘maldita policía’ cuando lo hicieron boleta a José Luis. Se había corrido la bola de que José Luis trabajaba con nosotros en la investigación.” Cabe aclararlo: Carlos es Carlos Dutil, con quien Ragendorfer escribiría La Bonaerense, una crónica que describe los negocios mugrientos de la Policía Bonaerense. Un maldito policía es el film de Abel Ferrara cuyo título habrían de adaptar y apropiarse los periodistas para bautizar a la fuerza. Y José Luis es José Luis Cabezas, el fotógrafo asesinado en Pinamar mientras registraba a ricos y famosos del menemato. La investigación conectaba a la Bonaerense directamente con el caso AMIA, el atentado terrorista más siniestro del que tiene memoria este país. “Nos volvimos adictos al vértigo”, me decía Carlos. Y es que no podíamos parar. Porque si parábamos nos íbamos a encontrar con lo que más temíamos: el miedo.”
“Una madrugada me encontraba solo en mi departamento, escribiendo, cuando creí oír unos sonidos extraños. Me atacó un escalofrío. Me parecía haber oído el ascensor. Y era el ascensor nomás. El ascensor subiendo. No me acuerdo tanto de lo que sentí como de lo que me acordé. Y me acordé del túnel de los huesos.”
Unos años atrás, Ragendorfer había entrevistado a unos chorros que se fugaron, a través de un túnel, de la cárcel de Devoto. Mientras cavaban el túnel, los presos encontraron huesos en la tierra. Los huesos correspondían a presos amotinados durante la dictadura militar y delataban cómo había sido sofocado el motín. Los fugitivos se juramentaron para dar esa información cuando estuvieran libres. La noche de la fuga, al pasar entre los huesos, el pánico los detiene. Uno de los fugitivos queda trabado en el túnel. Se arrastra, forcejea, pero no logra zafar. Detrás se arrastra otro. El que viene atrás le tira de los pantalones, le arranca también los calzoncillos. Al fin el preso consigue desplazarse. Cuando alcanzan por fin la vereda, el preso ve las estrellas. “Yo la hice”, le contó aquel preso. “Yo la hice. Rompí las baldosas y vi las estrellas.”
Dominado por el miedo, ahora, en esta madrugada, Ragendorfer oyó el movimiento del ascensor subiendo en el silencio. Finalmente se detuvo. “Se detuvo en mi piso”, cuenta. “Vienen”, pensé.
Los pasos, del otro lado, se acercan. Y por debajo de la puerta pasa el diario de la mañana.
“Respiré aliviado”, admite. “Pero tardé en reponerme del susto.”
“Yo la hice”, me repetía.
“Creo que ahí, esa madrugada, con ese cagazo, tomé conciencia de en qué estábamos metidos cuando con Carlos escribíamos La Bonaerense”, confiesa Ragendorfer ahora.
“Pero después, cuando salió el libro, el comisario Naldi nos mandó decir: ‘Este libro tiene vuelto’”.

El vengador del pueblo
Diciembre. Sábado. Anochecer. 36 Billares. Espero a Ricardo Ragendorfer, el periodista de policiales. Ragendorfer entra al bar. A los cuarenta y cinco años, y a pesar de lo que ha visto y vivido, el Patán Ragendorfer, como se lo conoce en el ambiente, tiene la sonrisa ancha. Más bien retacón, rubio, con entradas pronunciadas y el pelo rubio cortado casi al ras, una chomba oscura, jeans, fumando un cigarrillo tras otro, Ragendorfer camina con una electricidad contenida. Sus gestos, a veces, parecen impulsados por un voltaje súbito. Su aspecto puede ser el de un duro que viene de una noche larga. Antes de sentarse a una mesa, campanea rápido alrededor. Pero basta que sonría, los ojos enrojecidos y soñolientos –el Patán siempre te da la sensación de venir de una siesta—, para que la dureza se disuelva. El primero en saludarlo a Ragendorfer es el lustrabotas: “Qué tal, campeón”, lo palmea.
“Patán es un apodo que me viene del secundario, inspirado en el perro célebre de los dibujos animados”, dice Ragendorfer. “Desde entonces nunca pude librarme del apodo.”
Pedimos cerveza. Durante un rato conversamos acerca de los apellidos y sus efectos en las elecciones de sus portadores. Hablando de policías, Ragendorfer recuerda unos cuantos: “El comisario Buchoni”, dice. “Otro”, dice, “el comisario Gallina”. Uno más querés: “Carnero”. Ragendorfer sigue: “Te digo otro: Delicia”. Y se acuerda de cuando, durante el golpe de Lino Oviedo, estaba en Paraguay: “Yo andaba investigando el tráfico de chicos. Y en Asunción fui a ver al embajador de Estados Unidos. El tipo se apellidaba Service. Tal cual”. En esa época, se acuerda Ragendorfer, cruzó la frontera con Brasil y siguiendo el caso trató con un comisario que se llamaba Wilson Perpetuo.
“Tu apellido”, le digo: “Ragen que viene la cana”. La asociación lo divierte. “Según Fogwill”, cuenta, “el apellido austríaco se traduce así: Ragen quiere decir aldeano. Y dorfer, que se eleva. Entonces yo vendría a ser eso, un aldeano que se eleva. Pero también, siempre según Fogwill, puede traducirse como ‘vengador del pueblo’”.

El amigo de los chorros
Pero Ragendorfer no se toma en serio. Hace unas semanas termina de publicarse La secta del gatillo, una crónica tan despiadada como vertiginosa de la historia sucia de la Policía Bonaerense. Que el libro se esté agotando en algunas librerías parece avergonzarlo. Y sonríe con humildad. Daría la impresión de que Ragendorfer nunca pierde el humor. Hasta el miedo se toma con humor. “Escribo sobre la bonaerense porque vivo en la Capital”, dice. “Pero si viviera en la provincia”, dice, “escribiría sobre la Federal”. Intenta una explicación acerca del comportamiento de las dos policías. “La Federal es más hitleriana”, explica. “La Bonaerense, en cambio, es fascista”. No es casual, conjetura, que sea la policía creada por el peronismo. “Los bonaerenses, en este sentido, son peronistas. Me acuerdo de una película de la Wertmüller, Amor y anarquía. Ahí hay una salida dominical al campo de un jerarca fascista. Al final del día el jerarca dice: ‘Hoy comí, hoy cogí, hoy me tiré pedos. Ha sido un domingo perfecto’”. Y así pueden definirse los comisarios que Ragendorfer registra en su libro.
Como el Gordo Naldi. A Naldi se lo cruzó varias veces en algunas entrevistas de televisión. “Dicen que yo la hice afanando porque ando bien vestido”, le dijo una vez el comisario. Ragendorfer lo observó: el comisario vestía un saco sport fucsia, una corbata chirriante, pantalones amarillos y zapatos blancos. Otra vez, en otro programa, con motivo del operativo Café Blanco, en el que la bonaerense secuestró dos toneladas de cocaína, Ragendorfer sostuvo que las toneladas, según los colombianos, eran tres. Una tonelada se había perdido en el camino. Naldi, fuera de sí, lo increpó: “Lo que pasa es que a vos te paga el narcotráfico”. Ragendorfer lo corrigió: “Te juro que es al revés, gordo”. Y Ragendorfer, al contarlo, guiña un ojo cómplice. Otra anécdota con Naldi, también en televisión. El comisario y el periodista, detrás de las cámaras. Naldi le comenta que La bonaerense ( el libro anterior de Ragendorfer, en colaboración con Carlos Dutil ) lo perjudicó. “Ustedes me hicieron mucho daño con ese libro, querido”, le dijo Naldi. “Me separé y todo”, le confiesa. “Pero me volví a casar y ahora tengo una beba”. Ragendorfer le cuenta: “También yo tengo una beba”. El comisario y el periodista cambian información sobre las respectivas edades de sus bebas y los pañales que usan. “Pero no, querido”, lo alerta Naldi. “Cómo vas a comprar Pampers. Tenés que comprar Ugies, que traen más, son más absorbentes, más rendidores y también más baratos”. “Sos amigo de los canas”, le pregunto. “Con algunos llegué a tener una relación que trasciende lo profesional. Por ejemplo, con un comisario que está al comienzo de este libro. La vez pasada compró un teletubbie enorme para mi piba. Como no había nadie en casa, estuvo yirando por ahí, haciendo citas y esas cosas, con el teletubbie. Te lo podés imaginar al policía yirando con el teletubbie”.
Ragendorfer dice que suele ser más amigo de los chorros. “Los chorros siempre baten la justa”, dice. “La verdad de lo ocurrido siempre está de su lado”, afirma. Y me promete: “Te cuento una que te va a gustar”. Prende otro cigarrillo, se echa hacia atrás y tomando envión arranca: “Hace como diez años, un policía baleó a su mujer, también policía, en la costanera. Y después se pegó un tiro. Cuando llegué al lugar me llamó la atención el rostro de la mujer, con un dejo de sorpresa. Y el del marido, con una expresión de rencor. Como si entre ellos siguieran manteniendo la discusión. Diez años más tarde, un chorro que integraba la superbanda, la que se llamaba también La Banda de los Tatos por su capo, el Tato Ruiz, me contó cómo cerraba el caso. El chorro ése se recibió de boga en la cárcel y ahora es un señor que se gana la vida honradamente, defendiendo a sus ex colegas. Él me contó el motivo de ese crimen pasional. Cuando él cayó en cana fue por una mina que se había infiltrado en la banda. La mina era yuta. Esa mina, con la que el chorro llegó a encamarse, años más tarde le contó al marido del romance. El tipo no se la bancó y la mató. Fin”.
Ragendorfer pide otra cerveza. Y aclara: “Pero siempre trato de que quede en claro que ellos son ellos y yo soy yo”, dice. “Por ejemplo, una vez que estábamos con Carlos en Mar del Plata, en la tele, discutiendo con un comisario, hubo una amenaza de bomba. Cuando salimos del canal había patrulleros, un helicóptero. La cana se ofrecía a llevarnos. Y de golpe desde un auto una mina me llama. Ricardo, grita. Era Pepita la Pistolera. Nos fuimos con ella.” Ragendorfer dice que Pepita la tiene clara: “La delincuencia se berretizó”, opina. “Ésta ya no es época de grandes chorros como el Nene Villarino o el Pichón Laginestra. Como sostiene Pepita: ‘Ya no hay chorros sino gente que trabaja de preso’.”

La formación intelectual
“Nací en Bolivia”, cuenta Ragendorfer. “Pero tengo pasaporte austríaco.” La cédula que le extendió la Policía Federal, con un furcio burocrático, fija su lugar de origen en La Paz, Austria. El malentendido policial, como una de las tantas torpezas de la institución, tiene una lógica. “Bolivia era uno de los pocos países que otorgaba visa a los judíos fugitivos del nazismo. Mis viejos, cada uno por su lado, venían escapando. Y se conocieron ahí.” El padre montó un aserradero en la selva. El administrador era un alemán puntilloso con su trabajo. Ragendorfer se acuerda de sus tres años, llevado en brazos o tomado de la mano del administrador. Poco después sus padres se vinieron a Buenos Aires. Recién en 1974 sabría quién era el administrador. “Un día mi vieja abre La Nación y se sorprende. Le dice a mi viejo: ‘Mirá, el administrador del aserradero’”. Ragendorfer prende otro cigarrillo: “El tipo era Klaus Barbie, ‘el Carnicero de Lyon’, jefe de la Gestapo. Y recién lo capturaban. Barbie murió en la cárcel de Lyon, la misma en que había matado a Jean Moulin, el héroe de la resistencia”.
Cuando se lo escucha a Ragendorfer uno tiene la impresión de que una máquina de narrar se ha echado a andar. No son sólo sus anécdotas personales las que le conceden este don. Es también, básicamente, la forma en que cuenta. En algún momento dirá que le sorprendía de Bioy Casares que “parecía redactar todo lo que salía de su boca”. Algo de esto hay en el modo de contar de Ragendorfer: es como si Arlt le hubiera cargado las tintas con una poética que entrevera el folletín y crónica roja. Intento aclarar: Ragendorfer parece redactar cuando habla, pero la edición se la hace Arlt. “Los primeros libros que leí”, procura recordar. “Uno que me acuerdo era Tarzán y el Zoo, pero no escrito por Rice Burroughs sino por alguno de los seguidores del personaje. Después, otro, fue una novela sobre el secuestro de Eichman. Cuando era pibe me había hecho amigo del diarero. Por entonces había un folletín titulado Crónicas del hampa porteña, que firmaba Gustavo Germán Gonzalez, una estrella del periodismo policial de la época de Crítica que luego trabajó en Crónica. El cronista firmaba sus notas GGG, como una risa. Me acuerdo que una tarde, cuando yo tenía once años, me llevaron al pediatra, Florencio Escardó hijo. Me vio leyendo ese folletín y, emocionado, me dijo: ‘Pero esto es muy bueno’. Desde entonces soy muy lector.”
Si se le pregunta a Ragendorfer cuál fue el primer hecho sangriento que presenció, le cuesta determinarlo. Su memoria es una película que se proyecta al revés, que retrocede desde el accidente del avión de Lapa, él sorteando cadáveres y restos humanos, a la masacre de Ramallo, donde permaneció atrincherado tras la noticia, y siempre hacia atrás, enumerando, se detiene en Eddy Pope, el basquetbolista que arrojó a su mujer por un balcón de la Avenida de Mayo para seguirla después. No son pocos los muertos ni la sangre que recuerda. Ragendorfer tarda en detener el proyector lanzado hacia el pasado: “De pibe yo iba al Club Argentino de Ajedrez. Había un conserje, un ajedrecista veterano que se había enamorado de una ajedrecista feísima. En medio de una partida se levantó para ir al baño. Como tardaba en volver fuimos algunos a buscarlo. Costaba empujar la puerta. El tipo estaba caído del otro lado: se había cortado las venas a raíz de una desavenencia amorosa y yacía en un charco de sangre. Vi cómo lo tapaban con diarios y alguien llamaba a la policía. Después, como si no hubiera ocurrido nada, todos volvieron a sus partidas. Ése fue el primer hecho sangriento que presencié”.
En los años 70, como no podía ser de otro modo, el joven Ragendorfer militaba en la UES. Y en el 76 tuvo que exiliarse en México. “Vivía en DF, con una directora creativa de Walter Thompson. Como no sabía hacer nada, leía todo el tiempo. Por entonces descubrí a Capote y poco después a Walsh: Operación Masacre y La carta abierta de un escritor a la Junta Militar, que me marcaron. La publicitaria se cansó de mantenerme y me apretó: ‘Buscate un laburo’, me dijo. Supe que Carlos Ulanovsky estaba en Interviú y lo fui a ver. Ula me encargó una nota sobre cómo jode el ruido en la ciudad. En el Instituto Alemán de la Sordera conseguí un enorme decibelímetro y me mandé. Ésa fue mi primera nota, titulada: ‘Le medimos el ruido a la ciudad y quedamos tarados una semana’”.
“En la revista había un periodista mayor, Pedro Alvarez del Villar. El tipo me había adoptado. Gracias a su afición a la vida nocturna conocí todos los cabarets del DF. Después de la redacción tenía que acompañarlo por los cabarets y cuando volcaba de brandy, tumbado, yo agarraba un limón y lo exprimía en sus orejas para despabilarlo y remolcarlo.” Ragendorfer se calla: “Cuando estuve hace poco en el DF me enteré de que había fallecido”. Hay que escucharlo a Ragendorfer pronunciar “había fallecido” y agregar después, como si redactara el obituario: “Lamentablemente”.
De vuelta en Buenos Aires, en el 82, Ragendorfer empezó un pasaje interminable por distintas publicaciones. “Había una revista semiporno, Piel suave, en la que además de notas y cuentos eróticos se llegó a publicar un reportaje a Ezra Pound en el loquero. En la revista colaboraba Juan Jacobo Bajarlía. Y yo era crítico de cine.” Ragendorfer alquilaba un bulín en la Recoleta. Una tarde, en un almacén, advirtió que al lado lo tenía a Bioy Casares. Y el escritor se emocionó al ver que el joven Ragendorfer tenía en un bolsillo La invención de Morel. A partir de esta coincidencia, el escritor y el periodista se pusieron a conversar. Ragendorfer lo acompañó a Bioy unas cuadras. Y cuando llegaron a la puerta de su edificio, Bioy le dijo: “Con Silvina vamos a ver por televisión ‘ElShow de Benny Hill’. Lo invito a que nos acompañe”. Desde ese momento y por un tiempo largo, Ragendorfer iba todos los jueves a lo de Bioy a ver a Benny Hill.
Después, la serie de revistas en las que escribió construyen una lista interminable en la que se destacan Pistas, El Porteño, Cerdos & Peces. Fue ahí donde Ragendorfer empezó a cubrir policiales. “Me di cuenta de que mucha de la información que se puede obtener la encontrás yendo a la leonera, pero siempre está filtrada por la reja. Es distinto cuando te encontrás con los chorros en libertad, cuando están laburando. Y como yo ahora vivía en San Telmo y tenía algunas amistades del palo en el barrio y sus alrededores, la Boca, Barracas, me puse a investigar.” Los chorros, recalca, le han proporcionado a menudo ese dato necesario para completar un caso. De este modo, en El Porteño se propuso una serie de historias de vida, “De profesión delincuente”, en la que retrataba chorros, dealers, mecheras, carteristas.
“Pero donde me armé como periodista de policiales fue en el diario Sur. Y el que me marcó fue un notable periodista de policiales que me doblaba en edad, Juan Carlos ‘Cacho’ Novoa. Me acuerdo que en una crónica, literalmente, escribí con pompa: ‘Vació los inquilinos de su cargador’. Cacho me llamó aparte y me la corrigió. Tuvimos una discusión. Con el ímpetu de la edad, lo desafié: ‘Te espero en la esquina’. Cacho aceptó. Bajamos juntos en el ascensor. Y mientras caminábamos Cacho me preguntó: ‘Antes de la esquina, pibe, ¿no te tomarías una copita?’ De este modo nació una gran amistad. ‘Mirá, pibe, lo que te estoy tratando de inculcar, Capote, Walsh, es lo que quiere el viejo boludo’, me dijo. ‘Además, los diarios se hacen en los bares’. Le pregunté quién era el viejo boludo. ‘Yo’, me contestó Cacho”.

El largo adiós
La secta del gatillo, la crónica que acaba de publicar Ragendorfer, está dedicada a la memoria de su antiguo compañero de investigación, Carlos Dutil. “Cuando escribíamos La Bonaerense, ni Carlos ni yo teníamos el mínimo valor”, se acuerda Ragendorfer. “Tampoco nos proponíamos hacer gran literatura.” Y ahora se pierde en una digresión: “Con Bush o con Duhalde no se puede hacer tanta literatura como, por ejemplo, con el Pichón Laginestra”. Le comento que su nuevo libro está acribillado con un humor macabro. Un ejemplo. A un comisario le pregunta: “¿Es verdad que al asesino lo tienen cercado?” Y el comisario contesta: “En realidad no sabemos dónde está, pero le aseguro que el prófugo tiene las horas contadas”. Ragendorfer festeja la cita: “Carlos me decía siempre: ‘Si los canas se van a cabrear es por cómo les tomamos el pelo, acordate’. Y aunque parezca mentira, nosotros no inventamos nada”.
Ragendorfer chasquea los labios cuando se acuerda de Carlos. “Murió hace cinco años”, dice. “Jugando al fútbol en El Petén, la selva ecuatoriana, mientras hacía una nota sobre Médicos sin Fronteras.”
El gran homenajeado en La secta del gatillo es Walsh. El título proviene de una de sus investigaciones pioneras: “La secta del gatillo es la secta de la mano en la lata”. Ragendorfer se extiende: “No hay sino crimen organizado. Los pibes chorros, que le pueden dejar a la cana cinco pesos, no responden al crimen organizado. Son el crimen desorganizado. Y por eso los limpian. En cambio, con los pesados, como los chorros de bancos, los piratas del asfalto, los narcos y los capitalistas de juego, la cana negocia. Y de ahí sale la guita para financiar la política. Esto es clarito”. Si el libro de Ragendorfer impresiona es por su ritmo vertiginoso y por su dinámica cinematográfica, que dejaría atónitos al finado Sam Peckimpah y al efectista John Woo. Y comparte con Walsh ese rasgo que Viñas supo señalar en el autor de Operación Masacre: una especie de rebelión contra el libro institucional, consagrado por la crítica. Es la asunción del libro sabedor de su temporalidad efímera, pero seguro de su potencia política. La acción trepidante, ajustes de cuentas, mejicaneadas, secuestros, y la cantidad increíble de plomo y sangre que hay en sus páginas son, además de un auténtico thriller, un documento aterrador que revela el complejo entramado de arreglos, pactos y extorsiones cotidianas como rutina de una gran empresa delictiva en la que el poder se hereda y perpetúa a través de un código rayano en la heráldica.
La historia que contó Walsh se prolonga en la de Ragendorfer. Ya fue contada, es cierto. Pero hacía, hace falta que se la cuente de nuevo. Fíjense en esta anécdota: el comisario Klodzcyk, (a) el Polaco, gerente de la Bonaerense, organizador de la cosecha policial, muere diciéndole a uno de los suyos: “Viste, al final no me pusieron en cana”.
Hace diez años, cuando recién lo conocía a Ragendorfer, después de una noche de verano con charla y alcohol, aproveché el encuentro para construir con sus rasgos un personaje literario. En aquel cuento, el protagonista decía: “Puede que me hagan boleta esta misma noche. Y si me hacen boleta, no son los rochos, hermanito. Es la yuta”. Si me importaba encontrarlo ahora, conversar con él a propósito de su libro, entre otros motivos, se debía al interés de tensar las relaciones siempre conflictivas entre la realidad y la ficción. Para escribir aquel cuento, además de exagerar algunos detalles, inventé otros. Ahora, esta noche, en el 36 Billares, me daba cuenta una vez más de que la imaginación había sido un tour de force que el personaje real superaba.
Como en el final de una novela negra, había empezado a llover. El asfalto mojado de la Avenida de Mayo reflejaba las luces. Salimos del bar. Y como en aquel cuento, después de la despedida, volví a mi departamento para escribir. Pero lo que ustedes terminan ahora de leer y yo de escribir, no es ningún cuento.
Fuente: El vengador del pueblo
Ricardo Ragendorfer nació en La Paz, Bolivia, en 1957. Trabajó en las revistas El Porteño, Página 30, Noticias y Pistas, y en los diarios Sur y Ámbito Financiero. Fue colaborador del matutino La Prensa y de las revistas First, Delitos & Castigos, Geografía Universal, Tres Puntos, Cerdos & Peces y Rolling Stone. En televisión, fue investigador del programa El otro lado (ATC, 1993), columnista del noticiero de Canal 7 (2000) y del programa Unidos y Dominados (América, 2000). Actualmente es redactor del semanario Gente. También es autor del libro Robo y falsificación de obras de arte en Argentina (Letra Buena, 1992) y coautor, junto a Carlos Dutil, de La Bonaerense (Planeta, 1997).
Fuente: La secta del gatillo

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Graña; Rolando

Con años de trayectoria en el periodismo, se metió en los huecos de la coyuntura y logró ver, acertadamente, otras realidades, que a veces parecen salidas de un mundo paralelo.
Rolando Graña nació hace 49 años en el partido bonaerense de Vicente López. En ese mismo lugar, comenzaron sus tempranos encuentros con la lectura que con el correr del tiempo, lo llevarían hasta las aulas de la carrera de Letras, en la Universidad de Buenos Aires.
Su recorrido profesional se inició en medios gráficos. Fue jefe de Espectáculos del diario Página 12 y Jefe de Redacción del semanario El Porteño. También trabajó como corresponsal para la reconocida revista española Ajo Blanco.
Paralelamente a su ir y venir por las redacciones, se desempeñó como docente en las cátedras de Teoría de las Comunicación y Taller de Orientación de Periodismo de la UBA y realizó dos videos para la Secretaría de Cultura de la Nación: "Historia de la TV Argentina", "Biografía de Homero Manzi" y dos cortos para la cadena CNN y Canal 13: "AMIA sin respuesta" y "ESMA, el día del juicio".
Su singular forma de ver y contar la realidad disparó la primera convocatoria que lo acercó a la televisión. Dejó Página 12 y comenzó a trabajar como corresponsal para la cadena de noticias CNN en Sudamérica.
Cuando volvió al país, encaró el periodismo de investigación con el ciclo Punto Doc, que condujo junto al periodista Daniel Tognetti. De allí en adelante nunca más volvió a salirse de la pantalla.
Antes de que la denominada cultura tumbera ganara adeptos de modo masivo, fue el conductor e ideólogo de Pabellón Cinco, sueños de libertad, donde recorrió cárceles de Argentina y de países limítrofes.
Después llegó el turno de Informe Central, el noticiero emblema de América Tv que también apostó con certeza a la investigación y a las historias que subyacen a las crónicas de la actualidad y la vorágine del día a día.
Hace cinco años decidió subir la apuesta nuevamente y armó su propia productora, El Galeón Producciones. Desde allí, condujo y produjo durante dos años el programa Crónicas Extremas, un ciclo periodístico que puso al aire el emergente de una sociedad que necesitaba y necesita ser mostrada y comprendida.
Actualmente continúa en el aire de la pantalla de América con el periodístico GPS para saber donde estás parado, donde las notas de investigación y de territorio ocupan casi todos los espacios. En la señal América 24 conduce el ciclo de entrevistas Tres Fotos, que invita a actores, escritores, políticos y personajes de universos variopintos a contar su vida en imágenes que ellos mismos eligen.
Asegura que la televisión es la gran naturalizadora de todos los fenómenos y que él decidió contar, desde allí, los que no parecen naturales o que se naturalizan como consecuencia de su permanencia en la pantalla. Nunca quiso ser oficinista.
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Sagarra; Elvio Bautista

Muchos jueces son absolutamente incorruptibles; nadie puede inducirles a hacer justicia. ·Bertolt Brecht·

Elvio Bautista Sagarra es titular del Juzgado de Primera Instancia en lo Civil y Comercial Nº6 de La Plata.
Suspendió la aplicación y la ejecución de la Resolución 100 de la Secretaría de Comunicaciones.
Esta resolución declaró el 20 de agosto último la caducidad de la licencia de Fibertel y otorgó 90 días hábiles a los usuarios para facilitar la migración de 1 millón de clientes a otras compañías que prestan el mismo servicio.

Fuente: Juez que benefició al Grupo Clarín
Sabía –aun antes de tomar esa decisión– que él no tiene facultades para actuar en ese expediente. Y, de hecho, ayer se sacó la causa de encima. Tras fallar a favor de la empresa, mandó el expediente a la Justicia Federal platense, que sí tiene, por ley, que entender en la cuestión. El desenlace no es casual y parece el resultado de una cuidadosa estrategia que habría incluido apelar al polémico “forum shopping” -elección de un juez específico para realizar la presentación y evitar el sorteo- y forzar la conexidad con otra causa iniciada por la Asociación de Vendedores Ambulantes de la provincia de Buenos Aires, para lograr la competencia del magistrado elegido, en este caso Sagarra.
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De La Fuente; Roberto

comisario
Fuente: Verdad y dudas
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Garaventa; Carlos Antonio

subcomisario.
Fue apartado de los casos de derechos humanos por orden del Ministerio de Justicia, teniendo en cuenta que actuó en tres allanamientos que terminaron en forma fallida: el del caso Herrera Noble, el del nieto 102 y el de Pedro Alejandro Sandoval.
Fuente: Verdad y dudas
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Comisaría 49ª PF

Jueces ordenaron detener a la ex plana mayor de la Comisaría 49 de la Policía Federal, procesada por conformar una "asociación ilícita" donde cobraban por dar seguridad a comercios y protegían a ladrones de pequeños objetos en locales. También exigìan dinero para permitir la venta ambulante y el servicio de estacionamiento.

Las órdenes de detención comprenden al comisario José Antonio Carranza; a los subcomisarios Fernando Echagüe y Horacio Ponce; al sargento Luis Alberto González; al sargento retirado Jorge Andrés Altuna; al subinspector Gabriel Bellusci; al cabo primero Cristian Ochoa; al suboficial escribiente Carlos Alberto Marcos y al subinspector Cristian Pavón.

Fuente: Cae la ex plana mayor de una comisaría de la Federal por graves ilícitos
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Corazza; Arnaldo

Arnaldo Corazza es titular del Juzgado Federal Nº3 de La Plata.
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Carrera; Fernando

Fernando Carrera está detenido en el penal de Marcos Paz, desde hace más de 5 años, por una causa armada por personal de la comisaría 34º de la federal. Enrique Piñeyro hizo la película El Rati Horror Show, basado en el caso.


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Castells; Raúl

Raúl Castells (Rosario, Santa Fe, 1950) es un dirigente social y político argentino que lidera el Movimiento Independiente de Jubilados y Desocupados (MIJD), uno de los principales grupos del llamado «movimiento piquetero», caracterizado por recurrir al corte de calles y rutas como medio de protesta y reclamo social.
Castells se ha caracterizado por sus acciones de alto impacto en los medios de comunicación, como la ocupación de sucursales de McDonald's y supermercados.
Se ha realizado un documental sobre él y su movimiento llamado Raúl El Terrible, dirigido por el australiano David Bradbury, especializado en cine político y social.
Concluyó su historia de amor con "Nina", compañera de la vida y la militancia, pero busca reencontrarse con su padre, que lo abandonó cuando era muy pequeño. Raúl Castells, se separó de su esposa Saturnina Peloso y se radicó en Rosario, su ciudad natal, donde comenzó a buscar datos de Rogelio Castells, su papá, y de otros familiares en la zona.
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Policías delincuentes

Ocho ex policías bonaerenses vinculados a un intento de asalto contra un hipermercado platense cometido en el 2008, cuatro de los cuales están detenidos, deberán enfrentar un juicio oral y público. El juez de Garantías Guillermo Atencio, tras disponer la libertad de dos de los 10 policías involucrados en el caso, confirmó la prisión preventiva para cuatro y libró orden de captura para los restantes. El fiscal de instrucción Alejandro Villordo les imputó a los agentes que quedaron detenidos el delito de “tentativa de robo”.
Cobrando "protección"
21.09.2010 | Cámaras ocultas del programa GPS mostraron el método corrupto que utilizaban dos miembros de la División Moralidad de la Dirección Departamental de Investigaciones (DDI) La Plata

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Atencio; Guillermo

Guillermo Atencio es Juez de Garantías de La Plata

Gerónimo “Momo” Venegas logró su objetivo. A través de cuatro medidas cautelares consiguió frenar la aplicación de la ley que establece un nuevo Estatuto del Peón Rural, un régimen laboral más benigno para los trabajadores del campo. La resolucion judicial fue dictada por Guillermo Atencio.
Fuente: El peor carnaval para los peones rurales

Fallaron del mismo modo (¿para la mierda?): Ize; Alberto y Rojas; Ana María

El vicepresidente Amado Boudou señaló que “es muy preocupante el atropello institucional que están realizando algunos sectores de la Justicia”.


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Sin datos personales

16/9/2010 - Dos ladrones asaltaron ayer un edificio de Recoleta, pero cuando escapaban uno de ellos fue capturado y entregado a la policía por los propios vecinos. El hecho ocurrió a las 14 en Larrea y French, cuando los dos ladrones ingresaron aprovechando que un empleado de un correo privado había dejado la puerta del edificio mal cerrada. Robaron en un departamento de la planta baja, donde funciona la administración, y luego fueron sorprendidos por los vecinos.
Un suboficial de Gendarmería Nacional fue detenido cuando transportaba en su auto más de 135 kilos de cocaína por un camino rural de la provincia de Santiago del Estero.
La fuerza informó en un comunicado que, además de la detención, el efectivo “fue pasado a disponibilidad en el marco de una investigación por narcotráfico iniciada en el Juzgado Federal de Orán, provincia de Salta”.
Gendarmería no precisó la identidad del acusado y sólo indicó que se trata de un “suboficial que presta servicios en una unidad de Buenos Aires”.
El pesaje final reveló que la cantidad de droga incautada es de 136 kilos de cocaína, agregaron los voceros.
El procedimiento se llevó a cabo el domingo a la noche en un camino rural de la localidad santiagueña de Fernández, cuando el gendarme iba hacia Buenos Aires en su vehículo particular, un Chevrolet Vectra color azul. Según las fuentes, el acusado regresaba de una licencia que había solicitado.
Fuentes de la fuerza dijeron a Tiempo Argentino que la detención no se produjo por un control de rutina, sino que el sospechoso era investigado por sus colegas desde hacía tiempo.
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Recondo; Ricardo

Ricardo Recondo es juez y Presidente de la Asociación de Magistrados y Funcionarios de la Justicia Nacional.
Ha hecho un culto del choque contra los otros dos poderes. En la lista de Recondo, por ejemplo, ocupan puestos Olga Pura de Arrabal, la jueza mendocina que suspendió la Ley de Medios Audiovisuales, y María José Sarmiento, quien prohibió el uso de reservas para pagar la deuda externa y repuso a Martín Redrado al frente del Banco Central.

El Legislador Alejandro Rossi, durante el desarrollo de una reunión para analizar eventuales reformas al Consejo de la Magistratura / Poder Judicial de la Nación, expresó que “habría que ver qué tipo de sector representan (?) los Jueces, qué tipo de ideología, cuántos están casados entre sí, cuántos son parientes, a qué clubes van, a qué colegios asisten sus hijos”. Además manifestó que “el 75% de los jueces de Rosario son socios del Jockey Club y mandan a sus chicos a colegios privados. Los jueces tienen una visión aristocratizada.”

En declaraciones radiales, este juez expresó su preocupación por controlar a los Jueces, indicando que está emparentado con “la Alemania de los años ’30”. (?)

Cada vez que el monopolio Clarín lo necesita, sale a hacer declaraciones y dice lo que Héctor Magnetto quiere escuchar.
Sus dichos son similares a los de Elisa Carrió, Eduardo Duhalde, Joaquín Morales Solá y Mariano Grondona.

El destino de toda diferencia de opiniones es otra opinión: la del juez.

Posteriormente el Diputado Alejandro Rossi, en declaraciones radiales, señaló que quiere “saber qué tipos de Jueces ha producido el Consejo de la Magistratura, quiero saber si no hay una familia judicial que se repite y se replica a sí misma. Quiero saber en qué trabajan los hijos de los Jueces, quiero saber cómo acceden sus esposas a la Magistratura" y agregó que trató de explicar cómo se eligen a los Jueces y sostuvo que en general se eligen entre ellos. “Fui durante cuatro años el Presidente del Consejo de la Magistratura en Santa Fe y se cómo se manejan" expresó el Legislador Nacional.
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Corporación Farmacéutica

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Sánchez Freytes; Alejandro

Alejandro Sánchez Freytes, juez federal de Córdoba.
Otorgó el beneficio de prisión domiciliaria al ex general Luciano Menéndez, que suma cuatro condenas a prisión perpetua y es enjuiciado junto al ex dictador Jorge Rafael Videla por crímenes cometidos durante la dictadura.
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Granero; José Ramón

José Ramón Granero es titular de Sedronar.
Deberá prestar declaración indagatoria ante la justicia federal de Quilmes, para explicar por qué una camioneta de su dependencia llevaba oculto un cargamento de casi siete kilos de cocaína.
Según indicaron fuentes judiciales, el juez federal de Quilmes Luis Armella, citó también al jefe de Gabinete de la Sedronar, Fabio Manuel Trossero. Por el caso hay tres choferes del organismo procesados con prisión preventiva.
Granero está imputado por facilitar el lugar y los elementos con los cuales se llevó a cabo el delito de transporte de estupefacientes, agravado por ser funcionario público encargado de la prevención o persecución del delito previsto en la Ley 23.737.

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Papaleo; Osvaldo

Osvaldo Papaleo es hermano de Lidia.
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Myszkin; Adriana

Adriana Alicia Myszkin es Juez del Juzgado de Garantías Penal Nº1.
Lo que el mismisimo Tata Díos no puede hacer, una juez de garantias del Departamento Judicial Quilmes lo hace con anuencia de quienes deberian juzgar esa conducta.

A raiz de una denuncia de un particular por uno de los tantos delitos a los que nos tiene acostumbrados esta Juez, la Corte Suprema provincial, giro a la Camara de Senadores el expediente en cuestion, para que se expida sobre la situacion de esta persona que es un verdadero peligro publico.
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Scioli; Daniel

Daniel Osvaldo Scioli (n. Buenos Aires, 13 de enero de 1957) es un deportista, empresario y político argentino. Fue Vicepresidente de la Argentina y es actual Gobernador de la Provincia de Buenos Aires desde el 10 de diciembre del 2007 finalizando su mandato el 10 de diciembre del 2011.
Fue relecto para el período 2011/2015 con Gabriel Mariotto como vice.
"Yo creo en Carlitos Tévez. Lo queremos en Argentina" fue el twit que el gobernador bonaerense Daniel Scioli posteó hace unos días y que dejó salir a la luz algo que se venía cocinando por lo bajo. Se sabe que el funcionario es muy allegado al futbolista y que de esa amistad resultaron muchas obras en conjunto para los vecinos de Fuerte Apache, la zona de la cual es oriundo el jugador, pero ahora hay algo más.
Tiene buenos tratos con Moyano (desde que enfrenta a La Rosada), Alberto Fernández, los ruralistas y Biolcati entre otros.
"Dime con quien andas..."
“Su candidatura es parte del establishment, para clausurar por derecha el proyecto de profunda transformación que vive la Argentina”, sentenció el diputado Martín Sabbatella.
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Varela; Laura

Laura Varela, juez de Instrucción en la Povincia de Corrientes.

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Burgos; Carlos

Una detención en el caso Píparo revela una pujante industria nacional: el armado de causas.

Carlos Burgos, de 18 años, no es precisamente un angelito. Hijo de un hampón recluido en la cárcel de Olmos, ya transitó en su corta vida por cinco institutos de menores. En la actualidad habita una celda de la Unidad 9 de La Plata, acusado de ser el autor del disparo que el 29 de julio hirió a Carolina Píparo. La policía lo detuvo ese mismo día en su casa de Villa Catella. Por el momento se ignora cuál fue la punta del ovillo que con tanta celeridad guió a los investigadores hacia su persona. Pero su situación procesal se complicó en una rueda de reconocimiento, al ser identificado por una pareja que durante ese trágico jueves aseguró encontrarse en el lugar del hecho. Ahora se sabe que los presuntos testigos en realidad vieron por primera vez a Burgos en la comisaría segunda de La Plata, inmediatamente después de su arresto. Y que cuando la víctima fue asaltada, él estaba durmiendo en su hogar. Lo cierto es que las verdaderas circunstancias del caso saltaron a la luz con la confesión de otro de los siete imputados: Luciano López, de 19 años, quien conducía la motocicleta de apoyo al golpe. Según sus dichos, el agresor de la mujer fue un tal Carlos Moreno. Y –también según sus dichos– Burgos es absolutamente ajeno al episodio. En resumidas cuentas, éste tuvo la desgracia de convertirse en pieza propiciatoria de una pujante industria nacional: el armado de causas.
Ya a fines de 2007, el entonces ministro de Justicia bonaerense, Eduardo Di Rocco presentó una estadística inquietante: de los 29 mil presos alojados en los penales de la provincia –la cifra excluye a quienes se hacinan en calabozos de comisarías–, se calculaba que el 28 por ciento sería absuelto tras el juicio oral. Tal profecía se cumplió. Dos años y medio después, existe esa misma proporción de inminentes excarcelaciones. De acuerdo a una fuente de la Procuración, semejante capacidad anticipatoria a los veredictos judiciales es fruto de un simple razonamiento: se trata de expedientes basados en testimonios dudosos y pruebas endebles o, directamente, inexistentes. Dicho de otro modo, en el ámbito provincial hay unos cinco mil inocentes privados de su libertad debido a que la policía les fabricó una falsa acusación. Algunos fiscales y jueces de garantías son cómplices. Otros, a sabiendas de que tienen ante sí a alguien injustamente procesado, no les tiembla el pulso a la hora de dictarles la prisión preventiva. Y con una lógica perversa: “Si el acusado es inocente, lo va a demostrar en el juicio oral”.
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Piñeyro; Enrique
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Arslanián; León

León Carlos Arslanián es un abogado y juez argentino que se destacó entre otras cosas por haber integrado el tribunal que en 1985 condenó a los militares que gobernaron el país durante la dictadura llamada Proceso de Reorganización Nacional (1976-1983) en el llamado Juicio a las Juntas y ocupar cargos importantes en varios gobiernos.
Entre 1984 y 1986 se desempeñó como juez de la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Criminal y Correccional de la Capital Federal. En ese carácter participó del histórico Juicio a las Juntas militares que se realizó en 1985, presidiendo el tribunal al momento de dictarse la sentencia.
El 11 de febrero de 1998 fue designado Presidente del Instituto de Política Criminal y Seguridad de la Provincia de Buenos Aires y el 13 de abril de 1998 asumió el cargo de Ministro de Justicia y Seguridad de la Provincia de Buenos Aires, hasta la renuncia el 5 de agosto de 1999.
Durante su desempeño, implementó un método de localización (GPS) en los equipos de comunicación de los funcionarios de jerarquía (comisarios, jefes del servicio de calle etc.) y del personal que estuviera en funciones en los patrulleros. Los uniformados sabotearon la medida y fue uno de los motivos de su apartamiento del cargo.
Gran tomador de escocés –blend o alguna buena malta, todo depende del lugar y la situación- y por qué no de vino tinto, si es nacional que sea malbec, y si es malbec, que sea un vino con estructura. En cervezas prefiere las bien malteadas, del tipo irlandés, esas con peso y mucho volumen sin llegar a ser negras. También le gusta el pisco –noble bebida de 40 volúmenes-, en particular el acholado, hecho con distintas cepas de uva, y no rechaza un buen vodka –ni el saborizado ni el que no lo es-, aunque elige el de papas por sobre el de trigo. Así es como uno llega a la conclusión de que hacerle un regalo respetable a León Arslanián, es complejo.

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Aluar

ALUAR Aluminio Argentino SAIC (Merval: ALUA) es la única empresa productora de aluminio primario en Argentina y una de las mayores en Sudamérica. La producción en el año 2008 fue de 312.000 toneladas de aluminio primario, y una serie de proyectos de expansión incrementarán la capacidad a 410.000 toneladas para el año 2010.
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Spahn; Mauricio

Al subteniente de la Policía de la provincia, Mauricio Spahn, no le tembló la voz para desnudar los negocios oscuros de los jefes policiales. Pero denunciar a la Bonaerense tiene su precio. Y Spahn lo está pagando con una causa penal armada.

–¿Cuándo denunciaste por primera vez a un jefe tuyo?
–Hace cinco años denuncié al entonces titular de la comisaría 2ª de San Nicolás, el comisario Juan Pablo Adín Mindurry por el manejo oscuro de la caja chica y de las horas Cores (horas extras de la Policía Bonaerense).
–¿Qué respuesta tuviste desde la justicia?
–La causa fue archivada por la fiscalía Nº 4, a cargo de Omar Tempo. Teníamos pruebas testimoniales, audios y fotos de los integrantes del servicio de calle que iban a cobrarle a los talleristas. También presenté imágenes de cómo le sacaban gomas a los patrulleros y se las ponían a autos particulares.
–¿Qué pasó con vos?
–A la semana me trasladaron a Pergamino, y de ahí en adelante nunca más pude volver a trabajar a mi ciudad. En todos los lugares adonde fui siempre denuncié las irregularidades que podía comprobar.
–¿Por qué denunciabas si sabías que iba a traerte problemas en el trabajo?
–Porque la función de un policía es poner en conocimiento de la justicia cualquier tipo de delito. No importa quién lo cometa. Lo más difícil es poder comprobar los delitos que comete la corporación que maneja la Bonaerense.
–¿Qué te decían tus compañeros?
–El 30% que trabaja honestamente me apoyó. El resto me señaló como “el denunciero”.
–¿Tu fama de “denunciero” qué conflicto laboral te trajo?
–Cuando acusás a la Bonaerense te ponen una cruz roja en la espalda. Donde vayas, los jefes policiales se comunican entre ellos para ponerse al tanto que vos señalás las cosas raras. Te “freezan”. Te sacan las horas Cores y te maltratan psicológicamente. Te mandan a vigilar el calabozo o a destacamentos rurales.
–¿Cualés son las irregularidades sistemáticas que notaste en tus siete años como policía?
–Cómo reparten las horas extras. Los integrantes del servicio de calle siempre se ven favorecidos porque trabajan para el comisario. Si el vigilante que anda todo el día en patrullero se queja, lo trasladan.
–¿Qué cosas pudiste comprobar?
–Vi cómo recaudan dinero de la prostitución, del juego clandestino, los desarmaderos, los talleres mecánicos, las agencias de remises, las de venta de autos, de los hoteles alojamiento. Se llenan de plata. Después están los que cruzan la línea y transan con delincuentes o con narcos. Otros directamente arman bandas de piratas del asfalto, como pasó en Ramallo este año.

Fuente: Tiempo Argentino

Desde el 10/09/10 ya no es policía. Por resolución del Ministerio de Seguridad de la Provincia de Buenos Aires, el suboficial Spahn fue desafectado del servicio activo y ya no pertenece a la Policía Bonaerense.
En relación con las “irregularidades” que notó mientras fue miembro de la fuerza más grande del país, “el denunciero” aseguró que conoció cómo recaudaban dinero de la prostitución, del juego clandestino, los desarmaderos, los talleres mecánicos, las agencias de remises, las concesionarias de autos y de los hoteles alojamiento.
“Se llenan de plata. Después están los que cruzan la línea y transan con delincuentes o con narcos. Mientras que otros directamente arman bandas de piratas del asfalto”, había dicho Spahn, antes de ser ex policía.
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Piñeyro; Enrique

Nació en Génova, Italia, en 1956, y se crió en Argentina. Estudió medicina en la Universidad de Buenos Aires. Estudió Actuación con Lito Cruz, y actuó en films como Garage Olimpo (1998) y Esperando al Mesías (2000). Su debut como director fue Whisky Romeo Zulu (Bafici ’04) seguido por el documental Fuerza Aérea Sociedad Anónima (2006) y Bye Bye Life (Bafici ’08).

Enrique Piñeyro está interesado en varios males de este mundo, que tienen su origen en diversas corrupciones. O, mejor dicho, está interesado en cambiar el mundo –con Fuerza Aérea Sociedad Anónima logró modificar (o acelerar el cambio) del control de la aviación civil– mediante la acción pública: denuncias, declaraciones, investigaciones, el cine. Piñeyro pone el cuerpo delante y detrás de la cámara, y aquí nos mete en un caso impresionante: denuncias de corrupción, de grosera manipulación de pruebas y de unas cuantas otras cosas (no conviene adelantar más porque la película está estructurada a partir de no pocas revelaciones). Con seguridad escénica y narrativa, Piñeyro, un modelo de hombre renacentista –médico, piloto, productor, cineasta, actor, activista en pos de la justicia– ahora se mete con la policía (“rati” es un término que se usa popularmente y de forma despectiva). Y con El Rati Horror Show Piñeyro no solo se anima a hacer denuncias, también se anima a utilizar con elegancia y no poca gracia una batería de recursos: ficcionalización, backstage, efectos especiales... El impactante y convincente resultado prueba –además– que la corrupción es una de las formas más dañinas de la estupidez.


El título de este documental y el nombre de su director nos anticipan un film de denuncia, en este caso contra la Policía Federal, específicamente en un hecho puntual ocurrido en 2005 que la prensa denominó como “la masacre de Pompeya”. Durante estos lamentables sucesos, Enrique Piñeyro nos demostrará que el único imputado en esa causa, de apellido Carrera, que está en prisión desde ese año hasta la actualidad, no solo es inocente, sino que recibió 8 balazos durante su “detención”, y lejos de morir fue acusado injustamente por robo, fuga y asesinato, tal vez, porque su auto blanco era solamente de similar tamaño que el de unos ladrones en fuga que la policía equivocó en la persecución.

Hasta acá un completo drama de la vida real, un caso más de la fuerzas de seguridad fallando junto al sistema judicial que solo empeoró la cosa.

Volvemos una vez más a ser partícipes de la voluntad de este director de cambiar “para bien” la realidad que nos rodea. Como el mismo Piñeyro nos comenta en persona al final de la proyección de su película, hacer una película de un expediente judicial es de lo más aburrido, y en su afán de no aburrir en el relato, busca permanentemente captar la atención del espectador, cosa que logra mediante efectos visuales, reconstrucciones virtuales, pruebas de tiro y pericias en pantalla, y a él mismo editando el documental a medida que lo armaban y descubrían relaciones entre evidencias fotográficas y archivos de noticias, cosas que por momentos nos hacen sentir que estamos ante un detective investigando un caso.

A este respecto podemos decir que el documental presenta la característica de ser un film que todo el tiempo está conciente de su propia realización por lo que nos animamos a decir, que es un “gran backstage”.

Desconocemos si las realidades pueden cambiar a partir de una película, pero lo que ocurrió en la sala al término de la misma, como estar el abogado del propio Carrera presente agradeciendo al director por su “valentía” o la esposa del mismo Carrera agradeciendo también a los presentes, son cosas que sin duda motivan y motivan mucho, a quienes por una tarde se dispusieron a “ver” esta película, que en un mundo perfecto, no tendría razón de ser.
Dijo Enrique Piñeyro sobre la película: “Empecé a meterme en esta historia de casualidad. Mi hijo me mostró en Youtube un video del programa de Nelson Castro donde la titular de la Defensora del Pueblo Alicia Pierini, los abogados de Carrera y su mujer explican algunas irregularidades importantes del caso.
En el interín llama la jueza Beatriz Bistué de Soler y su intervención me dejó mudo. Su nivel intelectual parecía bastante llano, su vocabulario oscilaba entre lo bizarro y terrorífico, y su argumentación le hacía juego.
Entonces pensé: ‘¿Esta mina condenó a 30 años de prisión a un tipo? Dejame de joder’.
El tema me quedó picando, pero pasó.
Hasta que un día me vinieron a ver los periodistas y documentalistas Pablo Galfre y Pablo Tesoriere y me trajeron un proyecto de investigación bastante avanzado. Empezamos a mirarlo y cada cosa que aparecía era peor que la otra. Nos pusimos a investigar nosotros y saltaban cosas más graves.
Carrera fue baleado, no murió de casualidad y condenado injustamente a 30 años de prisión a través de una manipulación feroz de la causa judicial.
Analizar el caso me hizo dar cuenta de que Carrera puede ser cualquiera de nosotros, por eso había que hacer algo para luchar por él y para que esto no suceda más”.
El Rati Horror Show — La película

http://youtu.be/ZXm7536T6a4

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Moreno; Guillermo

El polémico secretario Mario Guillermo Moreno (Buenos Aires, 15 de octubre de 1955) es un político argentino, Secretario de Comercio Interior durante el mandato gubernamental de Néstor Kirchner y el actual de Cristina Fernández de Kirchner.
Hijo de Victoria Bravo y Mario Antonio Moreno, Guillermo Moreno paso su infancia y juventud en los barrios del sur de Buenos Aires. En 1970 la familia Moreno adquirió una casa en el barrio de Villa Lugano y el joven Moreno se inició en la militancia política en las unidades básicas de Parque Patricios y el Bajo Flores.

Existen versiones diversas sobre su inicio en la política. Una de ellas lo describe como un activo militante de la Juventud Peronista, rama de izquierda del peronismo, durante los años 1970. Conocidos de la juventud describen a Moreno como un militante peronista ultra-católico que adhería a los principios económicos de José Ber Gelbard y de una conducta proba, que nunca se vio involucrado en un acto de corrupción.

Ya en 1982, Moreno adhirió a la corriente peronista liderada por el catamarqueño Vicente Saadi y comenzó a militar dentro de la circunscripción electoral 17, entre los barrios de Palermo y Colegiales. Abrió una ferretería en la localidad de San Martín llamada Distribuidora América, y termino la Licenciatura en Economía en la Universidad Argentina de la Empresa en 1985, en donde presidió el centro de estudiantes.

Con el regreso de la democracia en 1983, inauguró una unidad básica en Palermo, llamada "Pueblo Peronista". La misma funcionó hasta 2006 y fue solventada enteramente por el propio Moreno con los ingresos de su ferretería. En ese tiempo estuvo vinculado al ex Jefe de Gabinete Alberto Ángel Fernández con quien, con el transcurso del tiempo se convirtió en su adversario dentro del peronismo porteño.

Su primer cargo gubernamental fue en 1989 en la Subsecretaría de Producción en el gobierno de Buenos Aires, bajo la intendencia de Carlos Grosso. Moreno estuvo a cargo de microcréditos para empresas, siendo su jefa en la subsecretaría Kelly Olmos.

Durante el resto de la década de los noventa, Moreno, disgustado con la política económica de Carlos Menem, se retiró de la administración pública para retomar la administración de su ferretería. En esos años Moreno se vinculó con economistas como Eduardo Curia, Pablo Challú y Daniel Carbonetto que se oponían a las políticas económicas de Domingo Cavallo. También se acercó al sindicalista Omar Viviani y asesoró al Movimiento de los Trabajadores Argentinos (MTA) de Hugo Moyano.

Más tarde fue asesor de Pablo Challú en la Secretaría de Comercio Interior y también trabajó en la Secretaría para la Defensa de la Competencia, ambos cargos durante la presidencia de Eduardo Duhalde.

Moreno ha sido cercano a Néstor Kirchner aún antes de que asumiera la presidencia en 2003. Durante su gobierno, se desempeñó como Secretario de Comunicaciones, antes de asumir la Secretaría de Comercio Interior, cargo que mantiene.

Durante una asamblea del Grupo Clarín ante la presencia de “ladrones de guantes blancos” y perversos, no alcanzan solamente los recursos legales, hay circunstancias que es necesario “patotearlos” y para ello hay que tener una personalidad muy especial.
Esta fue su "actitud".

http://youtu.be/ozLazD7zOJo

Guillermo-Moreno V
Hasta siempre Che Moreno

https://audioboo.fm/boos/1752330-hasta-siempre-che-moreno

Guillermo Moreno, fragmentos de un discurso sobre el amor.


http://youtu.be/S9FUAJlLDgI
Hasta siempre Che Moreno

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Malde; Eduardo

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